
La imagen de María Santísima de la Esperanza, titular de la cofradía y primera de la misma por orden cronológico, fue realizada en 1946 por Juan Martínez Cerrillo, así como bendecida el 16 de febrero de 1947. La efigie, de candelero y algo menor del natural, fue encargada en agosto de 1946 con el fin de sustituir a una antigua titular de autoría anónima, talla completa y tamaño menor que el natural que pertenecía a Rafael Rodríguez Ortega, quien la cedía como titular a la cofradía para la celebración de sus actos principales. De este modo, la encomienda de la titular mariana de la cofradía a Cerrillo inició una relación especial entre ambos que desembocó en los posteriores encargos de su titular “cristífero”, el paso de éste y muchos otros enseres.
La Virgen de la Esperanza representa y está considerada por muchos estudiosos como la obra cumbre con el mayor logro estético y artístico de Martínez Cerrillo en lo que a imágenes marianas se refiere, pues a su belleza idealizada y elocuentemente juvenil cabe añadir su extraordinaria humanidad, gracia y donaire. Unas cualidades que, en palabras de su autor, consiguió mediante la plasmación en la misma de “una cara más redonda, una nariz respondida y unos ojos azul-verdoso”, los cuales, sin perder la “fácil de distinguir, pero difícil de definir” impronta de Cerrillo -definida por él mismo como “unción de dolor sereno y finura”-, le otorgan esa singular personalidad que distingue a esta imagen mariana.

En síntesis, se trata de una talla reconocible por su rostro pequeño y redondo, rasgos juveniles, cejas marcadas pero no exageradas, ojos elegantemente entreabiertos, musculatura facial esbozada, labios pequeños y carnosos, hoyuelo en la barbilla y cuello idealizado. Por otro lado, cabe destacar que la expresión doliente de la imagen, si bien puede contrastar conceptualmente con las características antes descritas, no mitiga la belleza de su rostro juvenil ni la indescriptible ternura de su mirada.
Frente al profundo misticismo, la bella espiritualidad y la honda tristeza de otras obras de Cerrillo, la Virgen de la Esperanza expone, a pesar de su dolor, una lozana cercanía que la ha hecho merecedora de una gran devoción en nuestra ciudad. Martínez Cerrillo, que expresó su debilidad por la misma, reconoció que la Virgen de la Esperanza fue realizada con un “gran sentido de la naturalidad”, que le otorga un carácter cercano y una belleza apreciable a ojos del pueblo cordobés. Por todo ello, con ánimo de destacar la trayectoria de uno de los artistas más meritorios de nuestra Semana Santa, resulta oportuno remarcar la variedad de valores que Cerrillo era capaz de introducir en sus diferentes creaciones, desde la serenidad de Jesús de las Penas hasta la cercana expresión de la Virgen de la Esperanza.

Por último, conviene destacar la importante labor llevada a cabo por el imaginero Antonio Bernal Redondo, quien, al igual que Cerrillo, mantiene una especial relación con la cofradía de la Esperanza, para la que, además del misterio del Señor de las Penas, efectuó en 2011 una restauración sobre la imagen que devolvió el aspecto original de la misma. Durante este proceso, el artista cordobés supo extraer de la Virgen de la Esperanza su personalidad intrínseca, limpiarla, esclarecer sus facciones y potenciar sus virtudes como talla, que han quedado evidenciadas tras la restauración. Como resultado de la misma, la imagen de María Santísima de la Esperanza luce a día de hoy en todo su esplendor.